La palabra fiebre se utiliza para designar la elevación de la temperatura corporal por encima de 38ºC. La fiebre constituye uno de los principales motivos de consulta en pediatría.
Entre los padres se ha desarrollado una auténtica fobia a la fiebre, considerándola en sí misma, una enfermedad.
Pero, si la primera reacción del cuerpo ante una infección es la subida de la temperatura corporal : ¿no será porque la fiebre en sí misma es la primera defensa del organismo ante tal infección?
Es muy importante diferenciar la fiebre de la hiperpirexia. En la fiebre, el cuerpo eleva la temperatura por encima de los 37ºC pudiendo llegar hasta los 40ºC, pero no pierde la capacidad de termorregulación, respondiendo bien al uso de antipiréticos. En el caso de la hiperpirexia, es un estado tóxico, en el que el cuerpo sobrepasa los 41ºC y no responde a los fármacos, pudiendo desembocar en lesiones cerebrales graves o arritmias severas.
Por suerte, la hiperpirexia es extremadamente infrecuente y suele estar provocada por un golpe de calor o intoxicaciones severas (abuso de anfetaminas, cocaína o LSD).
La fiebre se debe a la acción sobre el centro termorregulador del hipotálamo de unas sustancias llamadas pirógenos, que provienen en su mayor parte de virus y bacterias.
La fiebre actúa sobre el sistema inmunitario estimulando la proliferación y activación de los linfocitos B y T que son los encargados de luchar contra las infecciones.
Además, la fiebre puede acompañarse de vómitos y anorexia, probablemente para disminuir la disponibilidad de glucosa para los microorganismos.
Aunque el proceso de la enfermedad responsable de la fiebre es potencialmente dañino, algunos investigadores sugieren que la fiebre puede tener un efecto beneficioso, reforzando la resistencia a las infecciones.
Por lo tanto, cuando un niño inicia un cuadro febril, hay que mantenerlo tranquilo, hidratarlo adecuadamente e ir controlando la temperatura. No es aconsejable administrar antipiréticos ni antinflamatorios cuando la temperatura no supere los 38º. Es mejor utilizar sencillas medidas caseras como aplicar pañitos con agua fría en la frente y las muñecas.
Sólo si la fiebre aumenta y se hace persistente, es aconsejable darles paracetamol y acudir al pediatra .
La excepción a esta norma la constituye la fiebre en bebés menores de un mes. Si un recién nacido de menos de un mes, presenta fiebre, debe ser evaluado inmediatamente por su pediatra, ya que a esta edad cualquier elevación de la temperatura puede ser patológica.
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