De todos los “instrumentos” que utilizo en mi práctica médica diaria, creo que son mis manos los más necesarios.
Mis manos me permiten un contacto físico en el saludo que me da mucha información del paciente. Un apretón de manos enérgico ya me indica que no hay ningún problema importante y que lo más probable es que el paciente pida un chequeo preventivo. Un saludo con mano débil y temblorosa me dice que el problema es serio.
En la exploración del paciente, las manos juegan un papel principal. Como aquella vez que Ramón me dijo:
- Me ha salido un bulto en el abdomen sobre el ombligo y pulsa.
Efectivamente, ese bulto redondeado y que al palparlo pulsaba, era un aneurisma aórtico importante que precisó cirugía urgente.
O en otra ocasión cuando José , de 17 años me dijo:
- Tengo un bulto en la espinilla desde hace un tiempo. No me duele pero cada vez se hace más grande.
En un primer momento al tocarlo, sospeché un osteosarcoma. La radióloga también. Pero por suerte, en la cirugía se diagnosticó un tumor benigno óseo.
Y cuando exploro a los niños, el contacto cálido de mis manos les tranquiliza. A los bebés, mientras les exploro con mi mano derecha, les doy mi mano izquierda para que se agarren con su manita derecha y se sientan seguros. Y funciona. Suelen estar tranquilos.
Por último, quiero dejar aquí una poesía sobre “Las manos” de un adolescente de 15 años llamado Miguel.
HAY MANOS.
Hay manos duras,
Hay manos blandas,
Hay manos negras.
Y manos blancas.
Hay manos entre manos
Y manos entre hermanos.
Hay manos que acarician,
Hay manos que golpean,
Hay manos que te guían
Y hay manos que te frenan.
Hay manos entre manos
Y manos entre hermanos.
Colgado en tus manos
Como dice la canción.
Mi mano entre tus manos
Será mi salvación.
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Me gusta mucho, como sabes entendernos.
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Un poema molt bonic.